Cuando nacemos dependemos completamente de nuestros padres. Su cuidado y su atención son necesarios para nuestra supervivencia.
Si los padres desaprueban del comportamiento del niño, si le retiran el amor, la atención, a veces incluso la comida o su presencia, el niño se siente aterrado e inseguro. Aprende desde pequeño que es mejor hacer lo que les guste a los padres y empieza a desconectar de lo que el mismo necesita y quiere. Este condicionamiento se suele llevar hasta la vida adulta. Seguimos queriendo complacer a los demás, porque tenemos la memoria aterradora de perder el amor. No nos damos cuenta que perdemos lo más importante con este comportamiento: nos perdemos a nosotros mismos. Es un estado donde nace la ansiedad y la depresión. La desconexión de uno mismo es una consecuencia grave de buscar la aprobación fuera de uno.
También hay niños usaron la rebeldía. Buscaron la atención a través de la desaprobación porque esto era la manera que los padres se fijaran en el. Este mecanismo aprendido para conseguir atención sigue funcionando de adulto pero tampoco trae resultados beneficiosos, igual como la búsqueda de aprobación. Todos son mecanismos repetitivos que traen problemas, desarmonía y hasta rupturas a nuestras relaciones.